La crisis del mundo capitalista y sus secuelas de pobreza,
desocupación, explotación, destrucción de la naturaleza y guerras, condenan a
la mayoría de la humanidad a vivir en un presente de barbarie. En todo el
planeta la situación de la clase trabajadora y el pueblo pobre es calamitosa,
pero para las mujeres y niñas -las más oprimidas y explotadas- es todavía peor.
Vendidas en los bazares de Medio Oriente, desaparecidas para ser
prostituidas o para la esclavitud laboral en burdeles y talleres clandestinos
de América Latina, Europa o Asia… Asesinadas o violadas en masa en África,
desamparadas e inmigrantes por falta de empleo,
mano de obra superexplotada con salarios de hambre y condiciones
infrahumanas.
Violentadas y discriminadas en todos los continentes, las más humildes
son sometidas, además, a diversas formas deprecio y humillación, de maltrato
físico y emocional, hostigamiento, abuso sexual, terror y torturas por el sólo
hecho de ser mujeres y pobres.
En nuestro país convivimos con esta realidad: Chiara Pérez, de 14 años,
enterrada viva en el patio de la casa de su novio en Rufino, provincia de Santa
Fe, o Catherine Moscoso también enterrada viva en Monte Hermoso.
¡Una muerta cada 28 horas, 277 asesinadas en el 2014… cientos de
desaparecidas en democracia, claros ejemplos de que no hay crímenes pasionales,
sino femenicidios! Es decir masacre de personas del género femenino.
La violencia creciente se sostiene, reproduce y profundiza porque las
mismas instituciones del sistema capitalista que garantizan el enriquecimiento
de una minoría a costa de la explotación y la pobreza de la mayoría, refuerzan
la ideología del patriarcado. De acuerdo a esta, los hombres ejercen su dominio
y creen tener derecho de propiedad sobre cualquier mujer.
Los gobiernos nacional, provincial y municipal de Cristina Kirchner,
Scioli, Macri, Masa y demás autoridades políticas, la justicia, la policía, los
curas y pastores, los medios de comunicación, todos, absolutamente todos,
defienden la existencia y supremacía de este sistema capitalista/patriarcal.
Por esta razón no solamente son responsables de la violencia contra las
mujeres, sino partícipes y beneficiarios directos de los crímenes más
aberrantes, como la trata, que hoy por hoy es el tercer negocio más rentable
después del tráfico de armas y el narcotráfico.
Esto se puede ver en Entre Ríos, donde el hijo del gobernador y
candidato a presidente por el oficialismo, Sergio Urribarri, encabezaba una red
de trata y prostitución; o en Viedma, provincia de Río Negro, donde
funcionarios y jueces del gobernador K Weretilneck, explotaban sexualmente a
niñas internadas dentro de las instituciones del estado que debían protegerlas.
A esto hay que sumarle escándalos, como el de la concejala del Frente
Para la Victoría de San Antonio de Areco que resultó dueña de una red de
prostíbulos o el de la esposa de Macri, que es la dueña de varios talleres
clandestinos en la ciudad de Buenos Aires dónde su marido permite la
proliferación de burdeles.
En la capital del país los funcionarios del PRO son abogados de los
rufianes de un prostíbulo en Recoleta, algo parecido al amparo que Nestor y
Cristina Kirchner le daban al centro prostibulario más grande del país -“Las
Casitas” de Río Gallegos- donde permanecieron cautivas Marita Verón y otras
desaparecidas.
Frente a semejante situación el reclamo de una ley de emergencia
nacional que garantice los recursos para la aplicación de “Ley Contra la
Violencia a las Mujeres” será, en caso de sancionarse, apenas un paliativo,
pero nunca la solución para terminar con este flagelo y el verdadero infierno
que vivimos por ser mujeres.
De la misma manera en que ninguna ley contra la pobreza -promovida por
quienes la generan- terminará con las/os pobres, tampoco la violencia y los
femenicidios se van a frenar con leyes promulgadas por esa cueva de
delincuentes que es el Congreso, un pilar del mismo estado que perpetúa la
opresión de las mujeres.
Sólo la organización independiente del gobierno y de los partidos
opositores que defienden al sistema capitalista patriarcal, puede llevar
adelante una lucha consecuente contra todas las formas de violencia y por el
reconocimiento de todos nuestros derechos.
La lucha por nuestra liberación, la de las trabajadoras y pobres, forma
parte de la misma pelea para terminar con el yugo de la explotación y la
barbarie del capitalista.
La pueblada de Monte Hermoso, luego del asesinato de Catherine, y
muchos otros ejemplos de autoorganización y acción directa provocadas por la
indignación popular frente a la impunidad y a la desidia de quienes deberían
combatir las injusticias, están en consonancia con lo que sucede en el mundo,
donde son cada vez más las mujeres que se están poniendo al frente de la lucha
por las demandas económicas y sociales y por sus propios reclamos de género.
Las mujeres kurdas, obligadas a defenderse del más brutal de los
patriarcados, organizaron sus propias milicias -las YPJ- para pelear por los
derechos de su pueblo y su propia liberación.
Ellas, que están enfrentando al ejército de mercenarios violadores del
Estado Islámico y a distintas potencias regionales e imperialistas, están
liderando una revolución social contra el capitalismo y el patriarcado. Un
ejemplo parecido al de nuestras hermanas mexicanas, que con sus autodefensas,
enfrentan al genocida narco-estado mexicano.
Este es el camino para que las mujeres dejemos de ser víctimas, la
salida está en nuestras propias manos… ¡Contra la violencia
machista/institucionalizada organicemos nuestra autodefensa y luchemos por una
sociedad libre de explotación y opresión!
Convergencia de Mujeres por la Libertad
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