A 120 km
de la capital Neuquina se encuentra Añelo, una localidad pequeña que concentra
una de las riquezas más codiciadas, el petróleo y el gas no convencional de
Vaca Muerta, que se extrae mediante el fracking.
Alrededor de esta actividad contaminante se desarrollan
otros negocios aún más oscuros que el del oro negro. El narcotráfico y la venta
de alcohol acompañan el crecimiento de otro emprendimiento rentable que forma
parte de la cadena de ganancias del saqueo, la prostitución.
La concentración de hombres solos con mucho dinero en el
bolsillo -si se lo compara con los sueldos habituales- es una oportunidad para
desarrollar las redes de trata de mujeres y niñas, utilizadas para su
explotación sexual.
En “Vaca Muerta” crece una de las últimas y más conocidas
formas de servidumbre organizada y regenteada por las mafias gubernamentales y
protegida por las leyes K, cuyos jueces, policías, fiscales y punteros lucran
con una parte de sus dividendos.
Muchas veces las costumbres y el “sentido común”,
construidos por la cultura machista y patriarcal que transforma en mercancía el
cuerpo de las mujeres -avalando y naturalizando su esclavización- sirven para que
algunos/as miren para otro lado.
Nosotras sabemos que esto no es de ahora ni nació con Vaca
Muerta, ya que las redes de trata operan desde hace muchos años. En el Alto
Valle lo sabemos bien por Otoño Uriarte, una de las primeras víctimas
adolescente, desaparecida y asesinada por estas mafias.
La prostitución creció geométricamente en las provincias patagónicas
junto con al crecimiento de la explotación petrolera. Por eso no es casualidad
de que el primer prostíbulo de Neuquén se haya instalado con la llegada de YPF
a la zona a Plaza Huincul.
Tampoco es casual que en la capital de la provincia de
Cristina funcione uno de los mayores centros prostibularios conocido como “Las Casitas”,
lugar desde donde se han rescatado a muchas mujeres secuestradas. ¡Marita
Verón, según consta en actas judiciales, estuvo allí!
La “globalización” y fortalecimiento de los monopolios
caminó en paralelo con el desarrollo del comercio sexual. Antes se encargaban
los rufianes locales y ahora lo hacen modernos empresarios que cuentan con
cuantiosos recursos y relaciones.
Mercedes Assorati, coordinadora de la ONG Esclavitud Cero, cuenta lo
que dijo un tratante, según el cual “existían tres clases de mujeres en los
prostíbulos: las locas sueltas –sin proxeneta, chulo o marido-, las mujeres explotadas
por sus maridos reales y las que lloran”.
Estas últimas son las mujeres y niñas esclavizadas por
organizaciones dedicadas al secuestro y explotación. Traficantes que “gerencian”
esto con la lógica de las multinacionales, o sea la de extraer toda la ganancia
posible realizando la menor “inversión” o gasto.
Estos empresarios razonan de manera práctica: ¿Para qué
pagarle a una prostituta un porcentaje de la ganancia -como los viejos caficios-
si pueden explotarla sin pagarle nada.
Las mentiras de Cristina y los suyos
Los bombardeos publicitarios del oficialismo para mostrar
supuestos operativos de rescate de las víctimas son un fraude. Lo mismo que la Ley K de Trata, que no es
más que una lavada de cara para que, mientras se les aplica penas menores a los
que hacen el “trabajo sucio”, continúa
esta verdadera industria que involucra a cientos de funcionarios K.
El matrimonio presidencial hicieron una ley a su medida,
porque ellos y sus amigos se benefician con el negocio, como sucede en Santa
Cruz con “Las Casitas” o dentro de la Corte
Suprema con los departamentos del juez “progre ” Zaffaroni.
No habrá manera de ir a fondo contra la trata para la
explotación sexual o laboral sin grandes movilizaciones obreras y populares que
impongan el reconocimiento de este vil negocio como Delito de Lesa Humanidad.
La lucha contra la explotación sexual debe de ir de la mano
de la pelea contra el saqueo de los recursos naturales, ya que ¡Cristina
entrega nuestras riquezas como lo hace con la vida de cientos de mujeres y
niñas!
Para esto las organizaciones de mujeres -junto con las
trabajadoras, estudiantes, docentes y vecinas de los barrios más humildes-
tenemos que tomar en nuestras manos la pelea, respondiendo ganando las calles,
de manera contundente y unificada.
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