martes, 23 de octubre de 2012

Ganemos las calles para que el aborto sea legal


A pocos días de haber regresado del Encuentro Nacional de Mujeres en Misiones, nos desayunamos con la noticia de que a una mujer de 32 años, víctima de la trata de personas y embarazada por las violaciones, se le negó la posibilidad de acceder al aborto “no punible”.

A pesar de que dicha figura legal está contemplada por el código penal desde 1921, organizaciones vinculadas a la Iglesia Católica autodenominadas “Pro- vida”, presentaron un recurso de apelación para impedirlo.

Ante tremenda injusticia no se hizo esperar la respuesta de centenares de mujeres. Durante tres días, diferentes organizaciones políticas, agrupaciones feministas y personalidades nos movilizamos al hospital Ramos Mejía y a la Jefatura de Gobierno, exigiéndoles tanto a Macri como a Cristina que garanticen este derecho.

Finalmente, gracias a la presión de la movilización unitaria, la Corte Suprema de Justicia ordenó la realización del aborto. Este hecho y su repercusión volvieron a instalar con fuerza la discusión sobre la legalización, ya que mientras se mantenga la penalización seguirán muriendo las mujeres pobres.

De no cambiarse la normativa, los fundamentalistas religiosos continuarán amparándose en la ley que castiga con prisión a las mujeres que abortan, para lograr que ni siquiera puedan realizarse los permitidos en casos de violación o de riesgo de vida para la mujer.

El reclamo por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos tiene el apoyo de la mayoría de la población, como lo demuestran todas las encuestas. Por eso el mismo día que en Uruguay se sancionó una ley -limitada- para despenalizar el aborto, el Senador Picheto, jefe del bloque Kirchnerista, anunció la presentación de un proyecto de ley para evitar la judicialización de los abortos no punibles.

Esta es una maniobra demagógica más a la que nos tienen acostumbradas los “progresistas” para que no se trate la cuestión de fondo, que es la sanción de la ley que legalice el aborto.      

Mientras la Iglesia siga teniendo ingerencia en cuestiones de Estado, cobrando subsidios para sus escuelas, universidades y sanatorios, apoyando a los ricos y protegiendo a sus curas abusadores.

Mientras la presidenta -que se define como peronista, católica y por lo tanto contraria a la despenalización- continúe la Casa Rosada, no habrá manera de imponer este derecho sin torcerle el brazo a su alianza reaccionaria con el Vaticano.

A estos hipócritas, que hablan de defender la vida, no les interesa que en el país -donde se realizan 500 mil abortos por año- mueran más de 700 mujeres por año. Sólo con la movilización y la lucha, sin confiar en los consensos y gestiones de los parlamentarios con esta gente, podremos imponer este reclamo.

El 1 y 25 de noviembre debemos ganar las calles: Las trabajadoras y mujeres de los sectores más humildes, junto a la izquierda tenemos la oportunidad de transformar estos días en jornadas de lucha nacionales, ganando el apoyo de las organizaciones obreras en pos de avanzar hacia a la conquista del aborto legal seguro y gratuito, para terminar con las muertes por abortos clandestinos.   


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